Libro Cada día Un Nuevo Comienzo : 16 de Junio Meditaciones diarias para Mujeres/Hombres

 


El miedo a amar
La señal de que no amamos a alguien es que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros (Paul Claudel)
Al estilo huidizo se le puede añadir la coletilla “alejado”, puesto que viven las relaciones en un estado continuo de acercamiento-alejamiento. Son los que más dicen quererse enamorar para después sentirse con la soga al cuello. Por eso huyen. Suelen ser personas con una elevada autosuficiencia emocional, una baja activación de los deseos de apego, muy orientados al logro de sus objetivos y una elevada incomodidad con la intimidad. Por desgracia, los que sufren este tipo de apego confunden su necesidad de alejamiento con la falta de amor y por eso rompen relaciones una detrás de otra. Son los más proclives a huir del compromiso, y cuando lo logran hay que procurar no atarlos en corto.
Finalmente está el estilo temeroso, con un modelo mental que podríamos caricaturizar como “yo estoy mal, pero tú estás peor”. Se caracterizan por sentirse incómodos en situaciones de intimidad, por una elevada necesidad de aprobación, por considerar las relaciones como algo secundario y por una baja confianza en sí mismos y en los demás. El estilo temeroso tiene necesidades de apego frustradas, puesto que, al mismo tiempo que necesitan el contacto social y la intimidad, el temor al rechazo que les caracteriza les hace evitar activamente situaciones sociales y relaciones íntimas.
A todo ello hay que sumar las experiencias vividas que modelan sin duda nuestros estilos afectivos. Aunque podríamos discutir qué fue primero, si el huevo o la gallina, o el nido, es cierto que el miedo a amar también se reconoce ante los sufrimientos causados por amores mal entendidos. Por engaños y autoengaños. Por corazones rotos y desgarrados por el dolor del desamor. Nadie quiere volver a sufrir así. No es necesario. Por eso podemos aprender a amar desde la plenitud. Y eso empieza por aprender a amarse a uno mismo.
Xavier Guix

El dolor del amor es el dolor de estar vivas. Es una herida perpetua.

Maureen Duffy

Vivimos en compañía de los demás, a medida que vamos creciendo, más profundamente anhelamos dicha compañía. Este deseo, cuando es correspondido, abre el camino a una relación amorosa, la cual es a un tiempo bendecida y desgarrada por la intimidad.

Es humano anhelar amor, desear darlo y recibirlo. Pero la pena de la espera no iguala al dolor que acompaña a su llegada. El amor nos hace más sensibles. Cualquier separación o discrepancia, sea física o emocional, hiere a los miembros de la pareja. El dolor de nunca haberlo tenido es menor que el de pensar en su pérdida una vez que se le tiene.

Equivocadamente pensamos que el amor debería dar sólo felicidad. Pero el hecho de amar y ser amadas nos lleva a desnudar nuestra alma, a exponer nuestro yo oculto. El miedo al repudio, la ansiedad que sufrimos al pensar que seremos rechazadas “cuando el otro conozca mi verdadero yo”,  es un enorme peso sobre nosotras.

Qué afortunadas somos por tener este programa y estos pasos, los cuales, si los ponemos en práctica en todos nuestros asuntos, nos prepararán para amar y ser amadas y nos ayudarán a vivir con el dolor del amor, sabiendo que acentúa nuestra humanidad, que hace más profunda nuestra consciencia y que aumenta nuestro aprecio por la vida.

El dolor del amor me hace más fuerte.

Karen Casey

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