Meditación 3 de Septiembre…El poder de la palabra

 


Sé que soy controladora, pero mi marido también lo es. Posiblemente él es más controlador que yo. Cada vez que he estado dispuesta a dejarlo, cada vez que he empezado a irme, él ha sabido decir las
palabras exactas para detenerme. Y él sabia que yo respondería. El sabía decir exactamente lo que yo necesitaba escuchar para quedarme ahí donde él quería que me quedara. El sabía lo que estaba haciendo, y sabía lo que yo haría, porque después de que empecé a recuperarme, me lo confesó.
Anónimo
Algunos de nosotros somos así de vulnerables a las palabras.
Un “te quiero” dicho a tiempo. Un momento escogido para decir “lo siento”. Una disculpa expresada en el tono correcto de voz. Una palmadita en la cabeza. Una docena de rosas. Un beso. Una tarjeta de felicitación. Unas cuantas palabras que prometen un amor aún no
manifestado pueden mantenernos en la negación. A veces pueden mantenernos negando que se nos ha mentido, maltratado o que se ha abusado de nosotros.
¡Hay aquellos que deliberadamente se proponen dominarnos, controlarnos y manipularnos a través de palabras baratas! ¡Conocen, entienden perfectamente nuestra vulnerabilidad a unas cuantas palabras dichas a tiempo! Penetran nuestra ingenuidad. Saben lo que están haciendo. ¡Entienden el impacto que tienen sobre nosotros!
No tenemos por qué darle tanto poder a las palabras, aunque esas palabras sean justamente las que queremos y necesitamos escuchar,
aunque suenen tan bien, aunque parezcan detener el dolor.
Tarde o temprano llegaremos a darnos cuenta de que si la conducta no está de acuerdo con las palabras de una persona, estamos permitiendo que se nos controle, que se nos manipule, que se nos engañe. Tarde o
temprano llegaremos a darnos cuenta de que es una charla barata, a menos que la conducta de la persona esté de acuerdo con ella.
Podemos llegar a exigir congruencia entre la conducta y las palabras de aquellos que nos rodean. Podemos aprender a no ser manipulados, o dominados, por la charla barata.
No podemos controlar lo que hacen los otros, pero podemos escoger nuestras propias palabras y nuestro propio curso de acción. No tenemos por qué dejar que la charla barata, dicha a buen tiempo, nos controle, aunque las palabras que escuchemos sean  exactamente las que queremos oír para que cese nuestro dolor.
Hoy dejaré ir mi vulnerabilidad a las palabras. Dios mío, ayúdame a confiar en mí mismo para conocer la verdad, aunque se me esté engañando. Ayúdame a apreciar aquellas relaciones donde hay congruencia. Ayúdame a creer que merezco congruencia y verdad en la conducta y en las palabras de aquellos que me importan.

(Melody Beattie de su Libro El Lenguaje del Adiós).

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