ACEPTOLOGIA-Gerardo Schmedling :Independencia interior - Cap :5 2ª Parte
Lo deseable es alcanzar un estado interior de “yo soy”, que implica renunciar total y definitivamente a culpar a otros de las decisiones que se toman, y asumir los resultados que se obtienen con ellas.
Cuando alguien culpa a otro no es él mismo, sino que se encuentra
en un estado lamentable, o del “no soy”, y en esas circunstancias es totalmente manipulable. Como consecuencia, se sentirá amenazado por todo, culpará a los demás de lo que siente, y de todo lo que haga surgirán reacciones negativas. Ése es el estado de la esclavitud mental. Dejemos de ser esclavos para pasar a ser libres ya.
Cuando alguien es “esclavo” depende totalmente de las cosas y de
otras personas para tener paz; es dependiente y sufre por proteger lo que cree que son sus posesiones, a sus seres queridos, y lo que considera que son sus derechos, y se pasa la vida peleando para defender algo que, en realidad, ni siquiera es suyo.
El ejercicio de asumir consiste en no sufrir, no culpar y, por el contrario, actuar. Ante una amenaza tenemos varias alternativas de decisión: negociar para llegar a un acuerdo, delimitar, o bien protegernos tomando algunas precauciones.
Además, con sabiduría se puede agradecer lo que se aprende de la amenaza: que es una oportunidad para mantener nuestra paz, serenidad y aceptación, independientemente de lo que ocurra afuera.
5.2 Influencias externas
Muchas personas tienen miedo de que su mente pueda ser afectada
por influencias externas del ambiente. En algunas regiones del mundo algunos de esos miedos pueden ser los mensajes subliminales sectarios y de otras indoles. También temen muchos (sobre todo los padres) que los jóvenes caigan en juegos de riesgo, imprudencia de conducir borrachos, el mundo de las drogas, la violencia… o bien estos miedos pueden llegar a producir dependencias mentales muy limitantes, además de, en ocasiones, serias lesiones físicas.
El miedo a que algo desconocido pueda hacernos daño es proporcional al nivel de ignorancia personal.
A medida que ganamos sabiduría acerca de la forma en que funcionan el Universo, la mente, el cuerpo y las Leyes, el miedo se vuelve innecesario. A lo largo de la historia de la Humanidad, ha sido útil como forma de defensa; pero ¿quién necesita defenderse? Sólo aquél que piensa que podría ser atacado y, ¿quién podría ser atacado? Sólo quien no es capaz de respetar. Por lo tanto, si lo vemos al revés, cuando alguien
respeta absolutamente a todos los seres del Universo no necesita defenderse, porque será respetado.
Uno de los tipos de influencias externas mencionadas, a los que mucha gente teme, son los mensajes subliminales y muchos tipos de sugestión y persuasión publicitaria: mensajes sutiles diseñados de forma tal que tratan de evitar el filtro de la mente consciente y de llegar directamente al inconsciente. La manera de librarse de su influencia es ser conscientes de nosotros mismos y de la razón de nuestras decisiones. Las personalidades negativas son más susceptibles (autosugestionables) a los mensajes subliminales.
Por otro lado, se denomina satanismo a la práctica de actividades relacionadas con estados mentales de profunda ignorancia. Por tanto, el “mal” sólo estará cerca de quienes estén sumidos en dicha ignorancia.
Por último, se entiende por magia negra el uso inadecuado de las herramientas mentales ejecutado por personas con altos niveles de ignorancia, con el propósito de influir negativamente sobre la mente de otras personas. La magia negra sólo puede afectar a quienes creen o se hacen correspondientes con ella.
Las personas con un buen desarrollo espiritual y debidamente entrenadas en asumir sus pensamientos, sentimientos, decisiones y acciones, no están sujetas a la influencia de ningún tipo de mensaje subliminal, publicitarios o ni a caer en vicios nocivos para la salud.
Renunciar totalmente a cualquier nivel de defensa o de agresión nos hace invulnerables. Es precisamente el construir esas defensas lo que invita a la agresión.
Para el adecuado manejo de las influencias externas es importante saber que el único momento en que la mente humana puede ser influida o programada externamente es en la etapa de la inocencia, es decir, desde el nacimiento hasta los doce años. Pero la mente del adulto no está sujeta a ninguna influencia externa, a menos que la propia persona decida aceptarla. Esto quiere decir que cada uno necesita asumir sus propias decisiones de aceptar o no aceptar los mensajes que se originan en el medio externo, dentro del cual le corresponde vivir su propia experiencia evolutiva para lograr la transmutación de su destino.
Si comprendemos que nada puede afectarnos más allá de nuestras propias decisiones, nos convertimos en invulnerables. El problema no es lo que pasa a nuestro alrededor, sino lo que pasa dentro de nosotros, así como lo que hacemos con nuestra mente.
5.3 Hacia la sabiduría
La mente del adolescente o del adulto acepta muchas veces nuevas informaciones, sugerencias, ideas y sugestiones, así como cualquier otro tipo de influencia externa, siempre y cuando los mensajes estén de acuerdo con el sistema de creencias inicialmente adquirido (aunque los adolescentes pueden aceptar también otras informaciones más fácilmente); de lo contrario, los rechazará y opondrá una gran resistencia a cualquier cambio que se le proponga.
La mente del adulto sólo acepta información coherente con sus propias creencias.
Para romper la resistencia que el sistema de creencias opone a los cambios evolutivos, la sabiduría divina utiliza la herramienta del sentimiento, de forma que ante eventos externos que las creencias falsas no pueden aceptar, genera altísimos niveles de sufrimiento. A partir de cierto momento sucede un fenómeno mental gracias a la Ley de la Saturación, que consiste en que cuando ya no se resiste más sufrimiento
la persona exclama: «¡Ya no quiero sufrir más!». Es a partir de ese momento cuando su mente ya está lista para aceptar nueva información que le permita liberarse del sufrimiento y de las limitaciones aprendidas inicialmente, porque ya ha completado el destino y puede emprender el camino del amor, la felicidad y el éxito personal.
La saturación de sufrimiento rompe el sistema de creencias y da paso a la búsqueda de la paz interior y al desarrollo espiritual.
De lo anterior se desprende la importancia de implementar una verdadera educación que permita que el niño desarrolle una mente flexible, para evitar después esa rigidez mental que necesita altísimos niveles de sufrimiento para romperse. La persona rígida siempre toma la decisión de pelear o huir, mientras que la que posee flexibilidad mental toma otras decisiones de mayor sabiduría. Una educación adecuada desarrolla una mente flexible, con bajos niveles de sufrimiento.
En general, las decisiones pueden originarse de dos formas distintas:
1. En la ignorancia o el miedo. En este caso la decisión tiene una relación directa con el propio destino, y dará un resultado negativo.
2. En la sabiduría o la comprensión. La decisión se relaciona entonces con la misión o con algo que nos puede traer una gran satisfacción, por lo que dará un resultado positivo.
Cada uno de nosotros toma sus propias decisiones, acertadas o no, y necesita asumir sus resultados. Éstos nos van mostrando precisamente el nivel de ignorancia o de sabiduría, y así nos desarrollamos espiritualmente.
La flexibilidad mental es la que permite tomar decisiones para ceder y adaptarse a las circunstancias, así como para respetar a los demás.
Por otra parte, la Ley de Causa y Efecto permite comprender la necesidad del respeto a la paz interior. Cualquier cosa que hagamos, pensemos o decidamos, tiene un efecto sobre lo externo. Constantemente cada uno de nosotros, generalmente de forma inconsciente, recibe lo mismo que emite. Si alguien está pensando siempre en defenderse de las amenazas exteriores, eso es lo que emite. Alcanzar ese estado de paz interior y de satisfacción y éxito exterior depende solamente de tres elementos: pensamiento, palabra y obra. La Ley de Causa y Efecto se refiere a nuestra experiencia de vida en el momento presente.
Es necesario eliminar de la mente los pensamientos negativos, no importa lo que esté sucediendo afuera. Debemos manejar el pensamiento siempre desde el amor; pensar siempre lo mejor, decir lo adecuado y hacer lo necesario. Ésa es la sabiduría. Para ello puede resultar útil reprogramar nuestra mente con las siguientes frases de sabiduría:
1 «No permitiré que nada altere mi paz interior».
2 «Todo lo que haga con amor incondicional funcionará bien».
En cuanto a nuestra expresión, es necesario apartarse del vicio de hablar mal de cualquier cosa, persona o situación; y en cuanto a la conducta, lo mejor es renunciar a agredir físicamente a los demás, a hacer lo que no nos corresponde, y a intoxicar nuestro cuerpo con sustancias que no favorezcan nuestra salud.
Sufrir nos hace correspondientes con situaciones negativas, por lo que simplemente dejando de sufrir y asumiendo la propia vida sin culpar a nadie ya comenzamos a mantenernos ajenos a las influencias externas.
Limpiemos de la mente, por tanto, la idea del peligro, del culpable, de la manipulación y de las influencias externas, porque no existen: sólo uno mismo, con sus propias decisiones, pensamientos, y actitudes, determina, por Ley de Correspondencia y por Ley de Causa y Efecto, lo que sucede en su vida.
5.4 Asumiendo los niveles internos
Asumir todos los niveles internos, característicos del ser humano, reconociéndolos como las más extraordinarias herramientas que la vida nos ha dado, es desarrollar la capacidad de valorar en toda su dimensión la perfección de la creación divina en nosotros mismos. Se trata de asumir todo lo que tenemos como entidades biológicas, espirituales y mentales, tomando el control conscientemente. De esa forma podremos ser libres y ser nosotros mismos. Los siguientes son nuestros niveles internos, y lo
que necesitamos asumir en cada uno:
1. Instinto.
Hay que asumir las tres características fundamentales del instinto, que son: generar la vida, mantenerla y defenderla; implica aprender a manejar con sabiduría los mensajes que se originan en cada una de ellas.
2. Generar la vida. Se manifiesta a través de la atracción hacia otros, y produce los estados de enamoramiento a partir del reconocimiento de las compatibilidades genéticas. Esto quiere decir que el enamoramiento puede surgir espontáneamente con diferentes personas, y con relativa frecuencia. Manejar sabiamente los estados de enamoramiento significa reconocer la función del instinto y disfrutar internamente la sensación, sin permitir que esto afecte para nada los compromisos o los acuerdos que ya tengamos establecidos con nuestra pareja, ni el respeto que las demás personas merecen.
3. Mantener la vida. Tiene una relación directa con las necesidades y carencias del cuerpo, que se expresan a través del deseo.
Asumir todos los deseos y aprender a satisfacerlos sanamente garantiza la armonía y la salud del cuerpo. Cuando no es posible satisfacer un deseo sin interferir con otras personas o causarles daño, debemos aceptarlo.
4. Defender la vida.
Este impulso se manifiesta cuando la persona se siente amenazada y tiene miedo. El instinto reacciona, bien con agresión, o bien tratando de huir de la situación para defenderse o salvarse. Asumir esta característica del instinto significa renunciar a agredir y a huir, utilizando, en cambio, el diálogo, los acuerdos, los compromisos y la firmeza, o delimitando cuando no es posible lograr un acuerdo.
El instinto manejado con sabiduría enriquece la vida.
Como estas tres funciones del instinto son automáticas, es necesario aprender a gestionarlas conscientemente; para ello vamos a utilizar el discernimiento y la comprensión. No podemos evitar que ocurra la atracción, que se produce por la Ley de la Naturaleza, pero sí que cree un conflicto.
El instinto tiene unas funciones que, en muchas ocasiones, son transitorias, y duran mientras se alcanza otro estado de evolución superior. Como nuestro fin es tomar el control de nuestras vidas, asumiéndolas al 100%, necesitamos tener claro
qué hacer ante lo que ocurre. Lo sabio es: disfrutar y respetar.
2. Emociones. Asumir las emociones significa que ante estados de tristeza, ira, angustia o miedo, que surgen como resultado de estímulos externos, es necesario deshacerse de tales emociones sin culpar ni agredir a nadie por lo que sucede en nuestro interior.
Manejar las emociones es síntoma de madurez mental.
Las emociones son automáticas, al igual que el instinto, y también necesitamos aprender a manejarlas, sobre todo las negativas. Una forma de expresarlas sin crear conflictos es, por ejemplo, en denominado aquí “muro de las lamentaciones”: un
lugar de la casa o un sitio apartado en la naturaleza donde poder gritar, saltar o golpear sin hacer daño a nadie.
3. Sentimientos. Necesitamos asumir el sufrimiento sentimental como una experiencia interna resultado de nuestras propias limitaciones mentales o creencias falsas, renunciar definitivamente a relacionarnos con los demás desde nuestros sentimientos negativos y, mucho menos, cometer el error de culparlos o agredirlos por cómo nos sentimos.
Es ignorancia culpar o culparnos por lo que sentimos.
Al contrario que el instinto y las emociones, los sentimientos no son automáticos, sino aprendidos, por lo que presentan una relación directa con nuestras creencias. Si una creencia genera un sentimiento negativo es porque es falsa y surge de la ignorancia acumulada en nuestro interior.
De nuevo, debemos trabajar el asumir. Tenemos derecho a sentirnos mal, como todos los seres humanos en proceso de evolución; pero si los demás no se dan cuenta de que nos sentimos mal en un momento determinado, habremos hecho el trabajo de asumir de una manera perfecta. De ahí en adelante lo que queda es trabajar para no volver a experimentar ese sentimiento negativo; cuando lo logremos habremos limpiado
nuestra mente. La limpieza mental implica una reprogramación para cambiar las creencias falsas por verdades comprendidas.
La tristeza que sentimos, por ejemplo, cuando fallece un ser querido, no se debe al evento externo en sí, sino a la falta de aceptación interna y a nuestro apego. La aceptación requiere comprensión, y ésta requiere información. Cuando se tiene suficiente información y se comprende una situación, es posible aceptarla y, por tanto, no sufrir.
Mientras tengamos apegos o creamos que algo o alguien nos pertenece, experimentaremos siempre miedo a perderlo. La pérdida es un sentimiento asociado con la creencia de la pertenencia, por eso cuando comprendemos que no somos dueños de nada desaparece ese sentimiento de pérdida y, por tanto, de tristeza. Se trata de una comprensión profunda de la esencia de la vida, en la que merece la pena trabajar para liberarnos, para no volver a sufrir nunca y poder amar completa e incondicionalmente.
4. Ignorancia. De forma inevitable, todas las personas acumulan inicialmente en su personalidad ciertos niveles de ignorancia.
Asumir la ignorancia personal significa comprender la importancia que ésta tiene como elemento de contraste para el descubrimiento de la verdad interior. En nuestro camino de evolución debemos renunciar a culpar o agredir a los demás, pues comprendemos que nuestras reacciones emocionales y sentimentales surgen de nuestra propia ignorancia.
La ignorancia es necesaria para encontrar la verdad.
5. Destino. Asumir el propio destino significa que decidimos aprovechar las dificultades que la vida nos presenta como una maravillosa oportunidad para el desarrollo de las habilidades físicas, la madurez mental, la paz interior y la capacidad de expresión constante del amor. De esta manera nos liberamos total y definitivamente del sufrimiento.
La sabiduría consiste en ver el destino como una oportunidad.
El destino se instala en nuestra mente como un sistema de creencias aprendido; y éste nos hará colocarnos en las situaciones que corresponden con nuestra necesidad de
aprendizaje.
Si no tuviéramos necesidad de enfrentarnos a dificultades, si no hubiera retos o situaciones que nos costara trabajo aprender a manejar, ¿cómo nos fortaleceríamos?, ¿cómo podríamos adquirir la habilidad de ser invulnerables o imperturbables?, ¿de
qué modo aprenderíamos a ser felices y a tener paz, independientemente de lo que suceda a nuestro alrededor? La respuesta es sencilla: sólo hay una forma, enfrentándonos a nuestro destino como una oportunidad para aprender a amar.
Por ello, aprovechemos nuestro destino.
Absolutamente nadie es sometido a pruebas que no pueda superar. Cuando aprendemos completamente lo que una situación nos quiere enseñar, ya no vuelve a repetirse. Las experiencias difíciles son una oportunidad para desarrollar el amor en nuestro interior, por ello no debemos considerarlas como algo negativo o
un castigo. Somos nosotros los que deformamos la realidad, considerando un problema lo que realmente es una oportunidad de aprendizaje y de satisfacción.
6. Función. Asumir la función que nos corresponde realizar en la vida significa comprender que todo trabajo o actividad mediante la cual nos “ganamos el sustento” tiene una relación directa con el destino y, en algunas ocasiones, con la misión. Por esta razón, nos guste o no, debemos disponernos a ejecutar nuestro trabajo con el mayor entusiasmo, alegría y amor. De esta manera lograremos transmutar nuestro destino y cumplir la misión que nos corresponde.
Hacer la labor con amor troca el destino en misión.
7. Comprensión. Alcanzar la comprensión significa comenzar a amar voluntariamente y de una manera universal, renunciar a interferir con el destino de las demás personas y, por supuesto, jamás dejar de cumplir con las funciones que nos corresponden.
No interferir no significa dejar de hacer.
El nivel de comprensión que tiene cada uno consiste en su capacidad de amar, en la importancia de lo espiritual en su campo mental y en las verdades que ha ido descubriendo y verificando.
Comprender significa decidir respetar totalmente las experiencias de las demás personas, sus comportamientos, actitudes, emociones, sentimientos y decisiones. Respetar es no interferir; no criticar; no agredir a los demás de pensamiento, palabra u obra; no entrar en conflicto aunque no estemos de acuerdo con ellos; y no permitir que las experiencias que las demás personas necesitan vivir alteren nuestra paz interior.
8. Misión. Para asumir la propia misión necesitamos verificar si ésta forma parte de nuestra función. Si no es así, es necesario asumir la misión como algo para realizar únicamente en el tiempo libre, ya que no será posible “ganarse el sustento”
realizándola. Cuando, en cambio, la misión sí coincide en parte con la función, es importante asumirla como un compromiso con la vida, y disponerse a disfrutarla intensamente comprendiendo el profundo significado del servicio.
Servir con Amor es asumir la función como una misión.
9. Pensamientos. Para asumir los pensamientos es necesario observarlos con cuidado y desechar los que conlleven sufrimiento o puedan alterar la paz y el equilibrio perfecto de la mente. Debemos disponernos a seleccionar voluntariamente pensamientos de Amor, paz, armonía, alegría y, en general, dirigirlos siempre a todo aquello que pueda contribuir al desarrollo personal o del entorno. Cualquier idea que no deje
armonía en nuestro interior no será un pensamiento de Amor.
Para dirigir de esta forma nuestra mente tenemos que elegir nuestra actitud ante lo que sucede fuera. Cuando seamos capaces de ver perfección en todo lo que sucede y existe, y podamos sentirnos siempre en paz ante cualquier circunstancia, sabremos que estamos pensando “en Amor”. Pero para lograr el éxito en este ejercicio se necesita entrenamiento constante.
Seleccionar los pensamientos es sintonizar el Amor.
10. Percepciones. Asumir las percepciones significa comprender, aceptar y verificar que además de los cinco sentidos los seres humanos tenemos otros “sentidos” y facultades no muy claramente definidos, pero evidentemente reales. Lo que llamamos parapsicología, o suprasentidos, son facultades normales del ser humano que consisten en la percepción de información de otros campos dimensionales. Estas facultades no están muy desarrolladas en la mayoría de las personas, por lo que a veces se duda de su existencia. Sus manifestaciones se producen de manera espontánea, sin que la persona en cuestión sepa exactamente cómo ocurrió, pero existen realmente, por lo que es necesario asumirlas como otras formas de comunicación que, aun cuando a veces no sean muy claras o fácilmente entendibles, no deben ser tomadas como producto de la imaginación, sino como otras formas reales de recibir información.
Los suprasentidos permiten la conexión con otras realidades.
Gerardo Schmedling
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