ACEPTOLOGIA (Gerardo Schmedling) – Capítulo 2- ¿Qué nos impide respetar?



 2.1 Cómo establecer relaciones de amor

En la actualidad, uno de los obstáculos más grandes de los seres humanos para establecer y mantener relaciones de amor y así lograr encontra verdadera satisfacción, armonía y crecimiento mutuo en compartir con las demás personas se origina en la interpretación conceptual que cada uno hace sobre las intenciones, sentimientos, actitudes y comportamientos de los demás. Tales interpretaciones llevan generalmente al individuo a culpar, juzgar
(no respetar) y condenar a las demás personas, y, naturalmente, al deterioro de la mayoría de sus relaciones. Y todo ello por no darse cuenta de que sus interpretaciones pueden estar muy lejos de la verdad.
Vamos a analizar a continuación los elementos que emplea la mente para interpretar las intenciones, sentimientos, actitudes y comportamientos de los demás.
Puede apreciarse en el anterior capitulo que los elementos que la mente usa para interpretar las diferentes situaciones de la vida y de las relaciones cuando no estamos entrenados a vivir desde el amor no contienen con frecuencia principios reales de amor, como la comprensión, la aceptación, la valoración, el agradecimiento o el respeto. Por todo ello, la interpretación que realiza la mente no es real, no es de amor, no produce satisfacción y generalmente deteriora la mayoría de las relaciones. Esto se resuelve cuando empezamos a vivir desde la verdadera comprensión de amor.
Sólo sufrimos por causa de nuestras falsas creencias e interpretaciones.
Si uno “cree”, es que no ha verificado aquello en lo que cree. Mientras que una persona no haya verificado una información, sus creencias serán de ignorancia, porque ni siquiera sabrá si son falsas o verdaderas. En realidad, todos tenemos creencias; la cuestión es saber cómo hacer para diferenciar las falsas de las que están asociadas a una verdad.
La mente del ignorante trata tenazmente de defender todo aquello que cree.
La idea del bien y el mal está muy ligada a las creencias, pero la verdad es otra cosa. Por ejemplo, en India no está permitido matar a las vacas, y sin embargo en Occidente sí, y además está bien visto. Éste es un ejemplo de que las diferentes creencias determinan la manera de considerar qué es “bueno” y
qué “malo”. Para liberarnos del conflicto y dejar de formar parte del círculo vicioso de odio & venganza & rencor & resentimiento & inculpación necesitamos comprender que la verdad no tiene que ver con las creencias.
Para saber qué creencias son ciertas habrá que verificarlas con los resultados internos que produzcan bien de felicidad y paz, o bien de sufrimiento y también con los externos de relaciones, salud, recursos y adaptación al medio. Sólo existe una creencia cierta: la que nos llena de paz y nos hace felices, porque la verdad nos libera del sufrimiento, la ignorancia, la enfermedad, los conflictos, el miedo, la escasez, etc.
La verdad es neutra; no interpreta, no juzga, no condena, no culpa a nadie y, por lo tanto, es absolutamente liberadora de todo conflicto. Cuando se mira un suceso cualquiera desde la verdad, se entiende que es necesario, independientemente de si es catalogado por algunas personas como dramático, o como satisfactorio o agradable. Al margen de ello, todo suceso es necesario, porque si no lo fuera no podría existir.
El primer ejercicio para mantener el equilibrio en nuestro interior es comprender que los sucesos externos, por ser neutros, no tienen ninguna posibilidad de causarnos daño. Sin embargo, nosotros sí nos hacemos mucho daño cuando interpretamos los sucesos desde la ignorancia. El resultado es que cada uno se hiere a sí mismo interpretando los sucesos externos o las actitudes o comportamientos de otras personas, y a continuación culpa al otro.
Pero mientras culpemos no habrá paz ni buenas relaciones.
Si una persona comprende los hechos desde la verdad, los podrá aprovechar. En otras palabras, si un suceso confronta los sentimientos de una persona y, desde la verdad, esta persona lo ve como una oportunidad de aprender algo nuevo, hallará en él un valor y aquél dejará de ser doloroso o confrontante para convertirse en satisfactorio, por lo que la persona aprenderá
de él. En ese momento, esta persona ya estará percibiendo la vida desde la verdad.
El verdadero entusiasmo se genera cuando uno tiene la suficiente información para saber cómo se hace algo, sin creencias y con sabiduría.
Quien tiene una expectativa encontrará una desilusión.

Las expectativas no son de sabiduría, solamente proceden de nuestra ignorancia. Por eso es fundamental no tenerlas, sino disfrutar cada instante de la vida; eso es todo lo que hay que hacer.

La única verdad es el amor.

Si uno va creciendo en comprensión en el amor, crecerá también en la verdad y encontrará en su interior paz, serenidad y felicidad; porque el amor y la verdad nos harán libres. Así, toda relación de plena satisfacción está siempre regida por la Ley de Amor.
Cualquier concepto que no sea de amor es falso, una limitación aprendida, parte de la ignorancia. Por eso siempre traerá consigo insatisfacción, separación, dolor y sufrimiento, porque nada más que eso se puede esperar de la ignorancia.
Todo resultado que obtenemos en la vida es de Ley. Por lo tanto, lo único modificable e interpretable es la causa que ha producido ese resultado. Si modificamos la causa, es posible que obtengamos un resultado diferente. Pero lo ya obtenido no podrá ser modificado; aprender de ello es lo que permite
reconocer la Ley.
Así pues, podemos afirmar que los resultados verifican la Ley, no se interpretan. La interpretación de las causas es el gran error provocado por la ignorancia. Se entenderá mejor esto con un ejemplo: hay dos vehículos estrellados y dos heridos. Este resultado no es interpretable, sino verificable.

Alguna o algunas personas cometieron un error, y el resultado han sido dos vehículos aplastados y dos personas heridas. Pero en la mayoría de los casos vamos a interpretar: ¿quién tuvo la culpa?, ¿quién lo motivó?, ¿cuál será el castigo? Una persona con sabiduría no lleva a cabo ningún tipo de interpretación, sino que dice: «Existe un resultado que nos muestra una Ley, y sencillamente se da la necesidad de un aprendizaje». Desde la sabiduría uno se puede preguntar: ¿Qué necesitamos aprender? Esto sí supone estar en una relación de amor.
El origen de algo indeseable siempre será un error, que a su vez es una oportunidad de aprender algo para no volver a cometerlo. Hemos de buscar una enseñanza, no un culpable ni una acusación. En todo conflicto se genera un aprendizaje por ambos lados; cada cual aprende lo que le falta: el agredido,
a no culpar al agresor, a no juzgar y a desprenderse de lo que no necesita, a través de la aceptación. El agresor, a respetar, a no agredir y a verificar la Ley de Causa y Efecto.
Para trabajar la interpretación conceptual y observar cómo interpretamos la vida, vamos a efectuar un juicio o, mejor dicho, una evaluación sobre dos personajes. Necesitamos obtener un veredicto, y sólo hay dos posibilidades para cada uno: o es inocente, o es culpable en nuestros términos, como el culpable no existe, diremos que es “no inocente” o que necesita asumir el resultado del que se le acusa.
2.2 Dos formas de establecer relaciones insatisfactorias
2.2.1 Historia del primer personaje, llamado don Julio
A don Julio se le conoce como el mayor manipulador que ha existido en la historia. Fue el tercero de una familia de cinco hermanos. Era un niño muy alegre, simpático, atractivo, muy poco complicado; se ganaba fácilmente el cariño de los demás, todo el mundo lo consentía y se convirtió en el niño “preferido” de la familia. Julio se dio cuenta de que tenía la habilidad de atraer, y pensó que no era necesario trabajar porque sus padres poseían dinero y él sólo tenía que aprovecharlo y disfrutarlo.
Julio actuaba de la siguiente manera: nunca llevaba la contraria a sus padres; manipulaba a los profesores en el colegio y se las arreglaba para obtener excelentes notas sin haber estudiado; era, pues, un estudiante
modelo. Pensó en casarse con una mujer rica y tener dos hijos para que le cuidasen de mayor. Finalmente, don Julio se quedó en casa de sus padres, los cuidó cuando fueron mayores y heredó el 50% de su patrimonio; la otra mitad la repartieron entre los cuatro hermanos restantes.
Tras morir, se le acusa de mala intención por pretender quedarse con toda la herencia de sus padres, de falsedad porque manipuló y engañó a todas las personas que tenía alrededor para lograr sus objetivos, y de deshonestidad y oportunismo.
2.2.2 Historia del segundo personaje, llamado don Jorge Don Jorge es la antítesis de don Julio. Es el recto, el honesto, el ceñido a la ley y a la norma, el perfeccionista. Las cosas tienen que ser siempre perfectas, o no se hacen. Nació también en una familia acomodada, como el mayor de tres hermanos. Jorge era totalmente incapaz de pensar en manipular a nadie para obtener un beneficio. Era perfeccionista y se enfurecía con facilidad si algo no estaba perfecto; no permitía error alguno a sus hermanos menores ni a sus padres, y criticaba cualquier cosa que no estuviera bien hecha. Era un fastidio, porque decía a todo el mundo “las cuatro verdades”, y les señalaba siempre en qué se habían equivocado.
Por todo ello, Jorge tenía pocos amigos. La relación con sus padres y hermanos era mala, porque él les resultaba bastante insoportable. Era, por otro lado, un estudiante modelo, y no permitía que nadie le ayudara ni le hiciera ninguna tarea. De adulto tuvo éxito en los negocios gracias a su rectitud. Se casó, tuvo dos hijos y continuó siendo muy exigente; nadie le daba gusto en nada. Posteriormente se separó, uno de sus hijos se suicidó a los 18 años, y la otra hija desapareció. Sus padres murieron sin que él los hubiera perdonado nunca por su falta de carácter y firmeza.

Sus hermanos no volvieron a tratar con él y se quedó solo.
Al morir, se le acusa de perjudicar, destruir, dañar, anular la vida y la felicidad de los demás…
2.2.3 Evaluación y reflexiones
Al reflexionar sobre estos dos personajes podemos comprobar lo que habitualmente hacemos en nuestras relaciones conflictivas: las interpretaciones conceptuales acerca de los sucesos reales pueden ser enormemente variadas, la confusión que se genera en nuestro interior es grande, y nuestros métodos de evaluación resultan confusos. Muchas veces juzgamos, evaluamos o interpretamos desde creencias falsas, no desde una verdadera comprensión. No importa cuánto tiempo se haya tardado en adquirir dicha comprensión; una vez que se adquiere, queda sanado todo el pasado.
Pero el problema es interpretar las causas en vez de observar los resultados.
Al acusar a las personas, a los gobiernos o a las circunstancias, lo único que se consigue es mostrar la propia ignorancia.
Sobre las historias de don Julio y don Jorge, reflexionemos desde la sabiduría con estas preguntas:
1. ¿Son inocentes o no inocentes? Los dos personajes son inocentes, porque la ignorancia no es un delito. La inocencia del campo mental puede cometer errores, y la persona ignorante ha de aprender a no cometerlos. ¿Cómo sabemos que se trata de un error? Por los resultados que obtiene cada persona. Así, don Julio obtuvo excelentes resultados; nosotros, al entrar a juzgar las supuestas herramientas que utilizó para conseguirlos, nos equivocamos en la interpretación con nuestras creencias falsas. El caso de don Jorge es totalmente diferente, pero también es inocente porque pensaba que siendo exigente y perfeccionista iba a conseguir excelentes resultados, y no los obtuvo
porque cometió el error de juzgar y criticar todo lo que los demás decían o hacían.
2. ¿Su intención era buena o “mala”? Todo el mundo tiene buena intención, nadie hace las cosas con mala intención, porque cada uno hace lo mejor que sabe hacer. Las aparentes “malas intenciones” de don Julio son sólo interpretaciones nuestras, él no las tenía. Se le puede acusar de obtener todo sin trabajar; eso es de sabiduría, porque simplemente se trata de cumplir una función disfrutando intensamente.
Don Julio presta un servicio a su familia y obtiene unos resultados satisfactorios. Por su parte, don Jorge tiene buena intención porque lo quería hacer todo perfecto e intentaba que los demás fueran igual de
perfectos que él.
3. ¿Se merecen ir al “cielo” o al “infierno”? Si sólo hubiéramos observado los resultados, nos daríamos cuenta de que a don Julio le corresponde una vida extraordinaria, a la que llamamos “cielo”, porque aprendió a expresar sus valores, al principio sin saberlo y luego con mayor comprensión, y los medios que utilizó fueron todos amorosos: jamás peleó con nadie, sino que colaboró, apoyó, sirvió, se comprometió. En cambio, don Jorge va al “infierno”, porque los resultados que obtuvo muestran que “no sabía”, que no aprendió lo que la vida le estaba

enseñando. Por lo tanto, quedó pendiente de aprender en el triángulo inferior de las Leyes del Universo, conocido con el nombre de “infierno”.
El infierno es en realidad lo que cada uno de nosotros hace en su interior frente a situaciones que no comprende; tales situaciones confrontantes suceden en los primeros niveles de la evolución, que es lo que llamamos triángulo inferior.
Las Leyes de Afinidad y de Causa y Efecto derivan de la Ley de Correspondencia. La primera viene a decir que lo que uno alberga en su interior es lo que encontrará fuera el amor con el amor, la violencia con la violencia. Por su parte, la Ley de Causa y Efecto significa que todo lo que se lanza hacia fuera regresa con la misma carga con la que se lanzó.
El resultado que uno recibe muestra lo que tiene en su interior.
La Ley de Correspondencia, por su parte, afirma que cada cosa está en su lugar, y que a cada lugar y cada suceso les corresponde un lugar y un suceso específico en el Universo. Por lo tanto, todos somos correspondientes con el lugar donde vivimos y con las experiencias que tenemos diariamente.
Absolutamente todo lo que sucede en la vida de un ser humano ha sido generado por él, y no tendrá que culpar a nadie de ello, ni siquiera a él mismo.
Si ha generado determinados sucesos, lo ha hecho con el propósito de aprender y descubrir las Leyes que rigen el Universo. Por lo tanto, lo hace desde una necesidad pedagógica.
Mientras no comprendamos esto seguiremos teniendo relaciones conflictivas, que surgen de la interpretación conceptual. Ésta consiste en modificar lo que no entendemos y acomodarlo a lo que “queremos” entender, y los seres humanos poseemos una gran habilidad para hacerlo.
En nuestros ejemplos, don Julio verificó la Ley de Armonía, y se hizo correspondiente con el principio de amor que rige los resultados satisfactorios.
Por lo tanto, podría pasar a ser pedagogo y enseñar lo que descubrió. Por su parte, don Jorge verificó la Ley de Evolución y la presencia del choque de los opuestos que es muy confrontante, y se hizo consciente de su propia ignorancia. Por tanto, para salir de ella necesita aprender en el triángulo inferior (o infierno).
La Ley de Evolución permite el error, y la de Correspondencia determina dónde, cuándo y en qué circunstancias se comete el error. La primera diseña

los procesos pedagógicos y la segunda sitúa a la persona en “primer grado”, “segundo grado”, etc.
Según las Leyes de Afinidad y de Causa y Efecto, si uno se llena de odio, encontrará violencia en el exterior; este efecto se va multiplicando, porque de la correspondencia surge el culpable: si uno cree que existe un culpable pensará en el castigo y en la necesidad de hacer justicia, y esto a su vez generará venganza. Para salir de ese círculo vicioso y cambiar la propia correspondencia es necesario renunciar total y definitivamente a responder a la violencia con odio y al odio con violencia.
En los resultados verificamos las Leyes. Independientemente de si el resultado es satisfactorio o no, la pregunta que cada uno necesita hacerse, desde la sabiduría, es: «¿Cómo hice para obtener este resultado?». Y si éste es satisfactorio, la siguiente pregunta será: «¿Cómo puedo hacer para repetirlo?».
Si es insatisfactorio, la pregunta será: «¿Cómo puedo aprender a no repetir el mismo error?».
Cuando alguien, o uno mismo, comete un error, sólo es necesario hacerse una pregunta: «¿Qué aprendo del error propio o ajeno?». En cambio, la pregunta: «¿Quién es el culpable?» conduce al desastre, porque la asignación de culpabilidad deriva solamente en castigo, y éste a su vez en violencia, resentimiento, odio y venganza. A esto se debe lo que está ocurriendo en el planeta; no es posible solucionar relaciones en las que hay culpables, castigos y agresiones.
La mayoría de nosotros, en lugar de utilizar la autovaloración, que da excelentes resultados, emplea el autoengaño. Usamos el autoengaño porque creemos saber lo que necesitan los demás. Pero si ni siquiera sabemos lo que necesitamos nosotros mismos, menos aún lo sabremos acerca de los demás. El autoengaño sutil del ego viene de pensar que uno es “bueno” y, por tanto, piensa en los demás, actúa por los otros. Pero lo cierto es que lo hacemos por
nosotros bien sea buscando aprobación, o que reconozcan los propios valores; y, por supuesto, porque nos encanta “servir” a los demás. La frase típica puede ser: «Yo tengo la razón, y pienso en los demás porque sé lo que es correcto». Pero ¿cómo se puede saber lo que es correcto si el propio resultado está mostrando lo contrario? Los resultados hablan más y mejor que cualquier cosa que uno crea.
Otro autoengaño consiste en pensar que podemos ayudar a los demás a cambiar. Es posible proporcionarles información o herramientas, pero son los demás los que se cambian a sí mismos, uno no puede cambiar a nadie.
Necesitamos aceptar a las otras personas tal y como son.
Un autoengaño más reside en la creencia de que uno sería feliz si todo se hiciera como él dice. En realidad, el ego no se puede satisfacer, porque siempre desea lo que no tiene y, por mucho que tenga, se inventará algo que le falta.
También es una forma de autoengaño creer que se puede hacer felices a los demás o que los demás pueden hacernos felices. Al contrario, podemos aprender a ser felices por nosotros mismos y a compartir la felicidad con otras personas, pero nada más. «Mi felicidad únicamente depende de mí».
Como nos proponemos aprender a establecer relaciones de alto nivel de satisfacción con todos los seres del Universo, el primer ser con el que tenemos necesidad de aprender a construir este tipo de relaciones es uno mismo. Si no tenemos nada en nuestro interior, no podremos ofrecer nada a nadie. El proceso empieza con la propia forma de pensar.
Gerardo Schmedling

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