ACEPTOLOGIA (Gerardo Schmedling) – Capítulo-1 El respeto como herramienta de amor


El respeto consiste en aprovechar las diferencias, como una forma de apoyo mutuo, para el crecimiento interior y la adaptación. El desarrollo del respeto se consigue renunciando a tratar de imponer los propios

comportamientos y costumbres, y a invadir los espacios de los demás.
Tendremos paz absoluta si respetamos a todas las personas en sus ideas, costumbres, creencias y comportamientos, así como en su derecho a tomar sus propias decisiones; es decir, si renunciamos a criticar, juzgar, descalificar, condenar y castigar a toda persona por cualquier motivo, porque comprendemos que cada quien hace lo mejor que puede con lo mejor que sabe, y nosotros no somos quiénes para juzgarlo.

La convivencia armónica es el resultado de aprender a respetar.
No podemos cambiar a otros, pero sí tenemos la capacidad de cambiarnos a nosotros mismos para llegar a convivir en paz y armonía. Siempre es posible mejorar nuestra vida y tener éxito en todo lo que hagamos si estamos dispuestos a trabajar con las herramientas de amor.
Para gozar de excelentes relaciones con las demás personas, es necesario estar siempre dispuesto a brindar apoyo y a valorar la relación por encima de todo y llegar a un consenso en los gustos personales. Es recomendable, en relación con esto, leer el tema
titulado Aprender a tener paz. En él se presentan ejemplos concretos del tipo de comunicación más adecuada para mejorar las relaciones, evitando la comunicación agresiva.
La relación con los demás nos ayuda a conocer nuestro mundo interno y nos da la oportunidad de fortalecer la expresión del amor.
El propósito de las relaciones es aprender a convivir armónicamente con todos los seres vivos, y su función es mantener el equilibrio, permitiendo la satisfacción individual a través de la integración con los demás.
Las relaciones constituyen un proceso constante de aprendizaje a través del cual, finalmente, logramos pasar de aquéllas marcadas por el miedo (instinto) y el sufrimiento (egoísmo), a las relaciones de amor (comprensión), en las que siempre existe mutua satisfacción.

Es posible medir nuestra ignorancia y comprensión en función del resultado de nuestros comportamientos egoístas es decir, los surgidos desde el ego o las limitaciones o amorosos.
El resultado externo que una persona puede obtener habla claramente de los métodos internos que utiliza para alcanzarlo; muestra si la persona utilizó una creencia falsa o una verdadera, que convirtió en sabiduría. Si nuestros comportamientos son los de una persona egoísta, generaremos unos resultados absolutamente indeseables. Esto es así porque se trata de una conducta originada en limitaciones internas, no en virtudes, lo cual impide establecer relaciones armónicas o amorosas.
Si una persona posee muchas limitaciones en su interior, lo más hábil será que empiece a trabajarlas, porque no puede ejercer ninguna influencia sobre los demás, únicamente sobre sí misma.

Si aspiramos a crear relaciones de amor, hemos de deponer las armas del egoísmo y emplear las herramientas de amor, es decir, los comportamientos propios de una persona amorosa. Esto es lo que llamamos desarrollo espiritual.
En la medida en que uno potencia sus herramientas y debilita las armas, se va convirtiendo en un ser de convivencia pacífica; de lo contrario, será más bien agresivo y, por la Ley de Causa y Efecto, eso mismo será lo que volverá hacia él.
La incapacidad que manifiesta el ser humano actual para relacionarse armónicamente determina la existencia de fronteras, propiedades y límites individuales que no permiten aprovechar de manera adecuada los recursos existentes. Esto genera una sociedad desequilibrada y caótica, donde cada quien intenta desesperadamente alcanzar una posición relativamente segura que le permita satisfacer sus necesidades individuales. Pero no nos damos cuenta de que el verdadero problema reside en el interior de cada individuo; éste, al no saber relacionarse con los demás, anula las posibilidades de compartir la riqueza existente y de encontrar la plena satisfacción de sus necesidades físicas, sociales y espirituales, que se traducirían en paz, armonía y felicidad.
Los diferentes tipos de relaciones que los seres humanos establecemos a lo largo de la vida no sólo determinan la estructura social, sino que además permiten describir con bastante precisión las características de las limitaciones aprendidas por la personalidad humana. Sobre esta base, las relaciones se convierten en una importante herramienta de evolución, ya que, además de ser el “elemento constructor” de la civilización, ayudan a la persona a transcender sus propias limitaciones conceptuales y traumáticas. Esto se debe a que cada individuo, en su constante intento por encontrar satisfacción en las relaciones, termina descubriendo los principios del amor más allá de sus conceptos y limitaciones aprendidas, y reconociendo el amor como la única y auténtica guía interna para llegar a la felicidad personal y a la construcción de una nueva civilización donde no existan los conflictos personales ni las guerras.
Si nos aislamos y no establecemos relaciones, tampoco podremos conocernos ni trabajar nuestras limitaciones. Así pues, la relación con los demás es imprescindible para el crecimiento personal.
Paz = Cero conflictos = Respetar.

Si aumenta nuestra paz, también lo hace nuestra energía vital; esto, a su vez, nos permite aumentar nuestra comprensión, ya que gozaremos de mayor claridad mental. Por el contrario, si nos encontramos llenos de conflictos y no tenemos paz, desgastaremos inútilmente la energía vital y entraremos en la zona de oscuridad mental, por lo que disminuirá nuestra comprensión. Si en esta triada falta cualquiera de los tres elementos no funcionará el equilibrio, porque se trata de un proceso de movimiento continuo.
Si uno no posee comprensión, no tendrá libertad ni independencia espiritual; es decir, será vulnerable. Tampoco tendrá paz, ni podrá respetar; por lo tanto, estará lleno de conflictos. Es lo mismo que decir que si uno no respeta no será libre internamente, porque no habrá comprendido y, por tanto, no tendrá paz.
Otra importante función de las relaciones es manejar los niveles de energía vital interna. Es posible apreciar este aspecto con facilidad en los estados de ánimo que se experimentan al establecer relaciones que se originan en el egoísmo y la ignorancia, o, por el contrario, al crearlas sustentadas en el amor y la armonía. El manejo que hagamos de las relaciones determinará los niveles internos de energía de los que gozaremos. La energía vital se elabora de manera constante en nuestro interior, y se consume normalmente en las diferentes actividades cotidianas que realizamos: cuando se mantiene un estado de paz interior, el consumo de energía vital es inferior a la cantidad que se elabora, por lo cual ésta asciende, lo que se manifiesta en un estado de paz, comprensión, satisfacción y bienestar interno que facilita la expresión del amor.
Por el contrario, cuando los estados internos son de permanente conflicto, el consumo de energía vital es muy grande y ésta desciende, lo que se manifiesta en estados de apatía, tristeza, depresión, angustia, confusión, miedo, desesperación, etc. De ahí la importancia de manejar siempre nuestras  relaciones (amorosamente), desde la comprensión y la armonía.
Gerardo Schmedling

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