Libro un año de Milagros- Meditación Dia 2
El perdón me libera del dolor
No perdonamos a los demás para su propio beneficio; los perdonamos en beneficio de nuestra propia paz mental. Cualquier ataque a otra persona es un ataque a nosotros mismos, ya que en el universo espiritual no somos más que uno. Lo que pienso de otro lo pienso sobre mí. Todos formamos parte de la unidad del amor de Dios. Sólo el amor es verdadero y sólo el amor tiene
poder; todo lo demás es una absoluta ilusión.
El perdón me salva del dolor. Si yo creo que “lo que me hiciste” es real, entonces también creo que las consecuencias de esos hechos son reales. Si logro pasarlo por alto, podré superarlo. El problema sencillamente es éste:
¿dónde pongo mi fe? ¿La pondré en actos carentes de amor de lo que otro me ha hecho, o bien, en el amor eterno que está dentro de todas las cosas y corrige todos los males? En la medida en que pueda desapegarme del momento doloroso, dejaré de sentirme afectado por él. He decidido poner mi fe en otro sitio. En eso consiste el milagro del perdón.
He podido pasar por situaciones amargas en mi vida, y, por supuesto, tengo que procesar esos sentimientos… pero no tengo que ser condescendiente con ellos. Necesito honrar lo que siento…
pero no tengo que echárselo a nadie en cara. Al permanecer en la verdad espiritual, en la que sólo el amor es real, desarrollo la habilidad de pasar del sufrimiento a soltar con mayor rapidez
todas las vejaciones. Con el tiempo y conforme el perdón se vuelve mi forma de vida, el intervalo de tiempo entre ambos momentos dejará de existir.
No perdonamos a los demás para su propio beneficio; los perdonamos en beneficio de nuestra propia paz mental. Cualquier ataque a otra persona es un ataque a nosotros mismos, ya que en el universo espiritual no somos más que uno. Lo que pienso de otro lo pienso sobre mí. Todos formamos parte de la unidad del amor de Dios. Sólo el amor es verdadero y sólo el amor tiene
poder; todo lo demás es una absoluta ilusión.
El perdón me salva del dolor. Si yo creo que “lo que me hiciste” es real, entonces también creo que las consecuencias de esos hechos son reales. Si logro pasarlo por alto, podré superarlo. El problema sencillamente es éste:
¿dónde pongo mi fe? ¿La pondré en actos carentes de amor de lo que otro me ha hecho, o bien, en el amor eterno que está dentro de todas las cosas y corrige todos los males? En la medida en que pueda desapegarme del momento doloroso, dejaré de sentirme afectado por él. He decidido poner mi fe en otro sitio. En eso consiste el milagro del perdón.
He podido pasar por situaciones amargas en mi vida, y, por supuesto, tengo que procesar esos sentimientos… pero no tengo que ser condescendiente con ellos. Necesito honrar lo que siento…
pero no tengo que echárselo a nadie en cara. Al permanecer en la verdad espiritual, en la que sólo el amor es real, desarrollo la habilidad de pasar del sufrimiento a soltar con mayor rapidez
todas las vejaciones. Con el tiempo y conforme el perdón se vuelve mi forma de vida, el intervalo de tiempo entre ambos momentos dejará de existir.
Marianne Williamson
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